En los primeros minutos de La Despedida observamos a la protagonista, Billie, caminando por las calles de una gran ciudad, hablando por teléfono con su abuela en chino. Durante la llamada responde a gente que la interpela en inglés. Se trata de una mujer que vive entre dos códigos, desde la infancia, y lo hará por siempre.
La cinta, ‘basada en una mentira real’, narra la historia de una abuela china cuya familia decide no decirle que tiene cáncer terminal en los pulmones, cosa que suena horrible para mis oídos occidentales, pero es tradición en el gigante asiático. Billie, que nació en China y vive en Estados Unidos desde los 6 años, también se horroriza, pero decide seguir los deseos de su familia. Otra vez, dos códigos.
La familia organiza una boda para uno de los nietos, como pretexto para que la familia se reúna en China y puedan despedirse de Nai Nai sin que ella se entere de que se trata de una despedida final. Salvo los primeros minutos, la película transcurre en China, con la llegada de la familia a casa de la abuela, los preparativos para la boda, una visita al cementerio y la boda misma.
La cinematografía de Anna Franquesa Solano hace que el ambiente en todas estas escenas, aún en interiores, se sienta nublado: triste y pensativo, a pesar de los muchos colores que atraviesan la pantalla.

La calidez y la ternura que emanan de la pantalla viene del guión y de las actuaciones, particularmente destacables la de Akwafina como protagonista (y primer mujer de origen asiático en ganar el Golden Globe de Mejor Actriz en la categoría comedia o musical -la cinta no es comedia, ni musical, pero sí hace reír, y tenía más fuerza al competir en esa categoría que en drama).
La otra actuación maravillosa es la de Shuzhen Zhao como Nai Nai, la abuela que se mantiene alegremente inconsciente del enemigo que carga en sus pulmones. Zhao es una nueva cara para las audiencias occidentales, pero una figura de renombre en su China natal, por lo que no fue fácil convencerla de participar en este proyecto, dada su apretada agenda.
La directora y escritora es la china-estadounidense Lulu Wang, quien vivió esta experiencia con su Nai Nai (abuela paterna). Conseguir financiamiento para la película no fue fácil, aunque la historia llamaba la atención de productores. Para los gringos, resultaba extraño que la película se desarrollase sobre todo en China y sobre todo en chino, no les parecía muy estadounidense. Para los chinos, la protagonista era demasiado gringa y sería mejor reemplazarla por una buena joven china.
Aunque la trama va de la abuela, y de cómo la familia lidia con su muerte inminente, el verdadero meollo del asunto es el que se vivió para la misma producción: a dónde pertenecen los migrantes, y a quién y cómo les toca contar sus historias.
El guión de Wang lidia con sutileza con diversas cuestiones alrededor de la identidad del migrante: no ser de aquí, ni de allá; no compartir los referentes de la familia, sean de idioma, modismos, tradiciones; el eterno cuestionamiento de si es mejor quedarse o partir, y en caso de partir, a dónde, quedarse cerca o alejarse lo más posible.
Hay una escena en particular que se quedó grabada en mi mente. La familia está en China, cenando con la abuela. Sus dos hijos se fueron -con sus familias- hace algunas décadas, uno a Japón, el otro a Estados Unidos. Discuten sobre la pertinencia de haberse ido, de dejar a su madre sola todos esos años. La madre de Billie y una de las sobrinas de Nai Nai dominan la conversación, una defiende el haberse ido a EU a buscar un futuro mejor para su hija, aunque tuviera que abandonar a su familia. La otra critica la decisión, pero, entre dientes admite que espera que su hijo, criado en China, pueda irse a estudiar la universidad a Estados Unidos. La abuela, por supuesto, apaga el fuego ofreciendo más comida a todo el mundo.
La cinta es conmovedora de principio a fin. Tierna, quizás, como el amor de una abuela, y me tuvo al borde del llanto durante sus 100 minutos de duración. Claro está que mi historia se parece un poco a la de Billie, nací en Cuba y cuando tenía 4 años me mudé a México con mis padres. Hasta el día de hoy, me plagan las mismas dudas de identidad, de si mis padres tomaron la decisión correcta al irse, y si al hacerlo eligieron el país adecuado. Y eso que nuestra distancia con el origen es solo de 3 horas, y en ambos países hablamos (aparentemente) el mismo idioma.
Sin embargo, cuando le conté a mi abuela (por WhatsApp) de la relación entre Billie y su abuela -cómo la cuidó un año mientras los padres iban al país de destino a arreglar los asuntos pertinentes para recibir a su hija, cómo se ven cada cierto tiempo y la abuela le da nalgadas, cómo la abuela la ayuda a entender cosas de la cultura que abandonó-, mi abuela me dijo: wow, ¿basaron la película en nosotras? Y volví a llorar un poco.