“No se junten con mexicanos”.
Sofía, una mujer bastante acomodada del México de principios de los 80, les da esta instrucción a sus hijos que se van de campamento de verano a Canadá.
Esta frase tan cómica y tan dolorosa encapsula la esencia de la película Las niñas bien, de la potosina Alejandra Márquez Abella, basada en las historias de Guadalupe Loaeza*.
Cuando la escuché, solté una enorme carcajada en el cine y al mismo tiempo me sentí muy mal de saberla tan real, de saber que no se trataba de la obra de una autora, sino de una frase que seguro se ha dicho en incontables ocasiones a niños mexicanos que son criados dentro de una burbuja de fantasía.
Los personajes de Las niñas bien viven en un México que no sé si alguna vez ha existido realmente, uno lleno de riquezas, comida francesa y la sensación de certeza que da una riqueza que está basada en humo.
Se trata de un mundo basado en puras apariencias, donde las mujeres ricas se engalanan con los vestidos más carísimos de París y Nueva York, pero fantasean con Julio Iglesias con el mismo placer que las mujeres que trabajan para ellas.

La historia tiene lugar en el México de López Portillo, cuando la crisis económica y la depreciación del dólar tiraron al piso a cierta aristocracia mexicana (nueva y vieja). Los que tenían dejaron de tener y algunos que no tenían, empezaron a mandar.
Sofía (la siempre genial Ilse Salas) observa a su marido (Flavio Medina) tomar decisiones que cambiarán su vida por completo, mientras intenta aferrarse a su realidad de espejismos, en la que ella reina marcando tendencia entre su grupo de 'mujeres casadas con hombres de negocios que pasan su día en el club'.
Ana Paula (Paulina Gaitán), representa el otro lado de la moneda. Una mujer de origen humilde, una nueva rica que, aunque considerada inferior por el resto, tiene la mayor estabilidad económica. Contra el dinero, no hay moda que valga.
Márquez Abella, directora y guionista, parece conocer ese México como la palma de su mano, pero lo impresionante es cómo consigue llevarnos a los límites emocionales de Sofía, empatizar con ella en todo momento y aún así, no idealizarla, sino criticarla.
Todos los personajes habitan un México que en realidad, no existe. Y aunque sigue sin existir, lo idealizamos, lo deseamos, y contamos sus historias, aunque nos burlemos de los 'whitexican' en Twitter.
La película estuvo nominada a 14 premios Ariel, incluyendo mejor película y mejor guión, categorías en las que perdió, pues era el año de Roma. En los premios, ganó la historia de Cleo, pero en la vida diaria... ¿cuántas y cuántos no aspiran a tener la vida de Sofía, con todo y su Cleo que le limpie la casa.
"Provechito".
*Fe de erratas: primero puse que la historia era de Guadalupe Nettel, una disculpa, suelo confundirlas (solo por nombre, escriben bastante diferente)